1753 - CATASTRO DEL MARQUÉS DE LA ENSENADA - SAN VICENTE DE LA BARQUERA, Pregunta 17

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Sobre los molinos que había en San Vicente de la Barquera, en 1753, nos acercaremos al Catastro del Marqués de la Ensenada y a la pregunta número 17 que decía: "Si hay algunas Minas, Salinas, Molinos Harineros, ú de Papel, Batanes, ú otros Artefactos en el Termino, distinguiendo de qué Metales, y de qué uso, explicando sus Dueños, y lo que se regula produce cada uno de utilidad al año."

La respuesta (que   se puede  ver y conseguir en su totalidad, en Internet, en la página del Catastro del Marqués de la Ensenada), es la siguiente:

 


"17.ª A la decima septima dijeron que en la Xurisdicion de esta Villa y sus barrios ay un molino arinero junto a el de Ortigal propio de Basilio Fernandez y consortes que muele con dos ruedas y por administrarlo por si se le rregula le baldra Catorce Celemines de maiz de la medida de esta tierra: otro en el sitio del Oyo propio de Joachim de Cos Vecino de esta villa de una muela a el que le bale? Catorce Celemines de maiz de la dicha medida Le lleva a rrenta Juan Fernandez de Ziris Vezino de Coto de Extrada y le bale Siette Celemines de maiz en cada un año otro en el mismo Sitio propio de D.a Maria Theresa de la Mata de dos Ruedas por el q.e le dan de arrendamientto diez y ocho Celemines de maiz de la dicha medida llebalo a rrenta D.n Domingo Garcia de zelis morador de Abaño y Le queda de utilidad igual Cantidad: otro junto á Entrambos Rios que llaman Depresena? De una rueda muele con agua dulze como los antezedenttes propio de D.n Juan de Ibio vecino de esta Villa a el que le bale Cinquenta y cinco rr.s de v.n y a Joseph Gonzalez de Escandon morador de dicho Varrio por dos partes que tiene Arrendadas le produzen seis Celemines y La otra parte La lleba Antonio Gonzalez de Orbaneja vecino de esta villa a q.n Le quedan tres Celemines: Otro mas avajo en dicho rio que llaman de solapeña de una rueda cuia quarta parte es propia de D.n Diego de Cobrezes vecino de esta Villa Le renta veinte y quatro rr.s de v.n Y a su molinero Pedro Gonzalez de Orbaneja Vecino de dicho Varrio dos Celemines y medio: otra es de Antonio del Valle vezino de esta Villa a quien Le bale su parte Veintte y cinco R.s y a su molinero Diego Fernandez de Ziris morador de la Zebosa dos Celemines y m.º  de La misma expecie Las otras dos parttes son de D.a Ursula de Cos vecina de esta villa Le balen Cinquenta y cinco rr.s y a su molinera Theresa Garzia Vezina de la Zebosa y Fran.co Canal Vecino de Abaño les quedan cinco Celemines: otro en dicho Rio que llaman de medio de una rueda propio de D.n Fran.co Xavier de Barreda vecino de esta Villa Le tiene dado a medias a Maria Gutierrez de Gandarilla vezina de Entrambos Ríos a quienes Les queda de util a seis Celemines y medio de maiz a cada uno: otro en dicho varrio y Rio que llaman de avajo de dos Ruedas es La mitad de Diego del Castillo Le lleva a medias Julian Fernandez morador de dicho varrio: Le queda al dueño Cinquentta y cinco rr.s de v.n y al dicho Julian quarenta y quatro: La otra mitad es propio de D.a Josepha y D.a Rosa de Cosio vecinas de esta Villa Les bale quarenta y quatro rr.s y Igual Cantidad a Thomas Fernandez de Ziris otro de zinco rruedas que llaman de Lloredo propio de D.n Juan Balthasar de Toñanes Presbitero y Vezino de esta Villa muele con agua de la mar Veintte y cinco aguadas cada año le dan de rrenta cada año Ciento y setenta y cinco Celemines de maiz de la medida de esta tierra lleva las tres Ruedas Domingo Fernandez Vezino de Serdio  a quien Le queda por sus maquilas doze Celemines de maiz y las otras rruedas las Yeba Pedro Gonzalez de Orbaneja a quien le produzen ocho Celemines de la misma expezie: Otro de zinco Ruedas que muelen con agua del mar: otras Veintte y cinco aguadas propio de D.n Joseph de la Madrid Vezino de esta Villa a quien le dan de renta doscientos Celemines de maiz lleba las dos Ruedas Bartholome Gonzalez de Orbaneja vezino de la Zevosa a quien le quedan diez Celemines de maiz, y Las otras Tres Ruedas las lleba Juan Antonio Gonzalez de Orbaneja Vecino de entrambos Ríos a quien Le quedan quinze // 212 // Celemines de maiz: Otro de dos Ruedas en el sitio de ostrera muele con agua del mar es propio de D.n Juan Antonio del Castillo Vecino de esta villa lo administra por si, por lo que se le rregula le dara de utilidad anual setenta Celemines de maiz: otro en el sitio de Tarambico tiene dos rruedas muele con agua del mar es propio de D.n Bentura Radillo Vezino de el Lugar del Tejo el qual Le tiene Arrendado a Juan Bentura Gutierrez Gayon Vezino de la Zebosa, quien Le paga en cada un año cinquenta Celemines de maiz y al expresado Le queda de utilidad diez y seis Celemines de la misma expezie: otro en el Sitio del Cueto tiene tres Ruedas muele con  Agua del mar es propio de D.n Jph del Corro vezino de la Villa de Carrion de los Condes a quien le pagan de rrenta en cada un año setenta y siete rr.s de vellon le lleban a rrenta por iguales parttes Thomas Garcia y Jph de Orbaneja vezinos de Abaño a quienes les queda de utilidad por iguales partes diez y seis Celemines de maiz: Otro en el Torrijon junto abaño tiene tres Ruedas muele con agua del mar propio de D.n Joseph Escandon vezino de esta villa al que le dan de rrenta cinquenta Celemines de maiz lo lleva a rrenta Luis de Barreda vezino de la Revilla a quien se le considera de utilidad ocho Celemines: otro en el sitio de la Gaiona y Rio del Barzenal muele con Agua dulze propio de D.n Phelipe Noreña vecino de esta villa y otros Interesados a quienes les bale anualmente diez y ocho Celemines de maiz le tiene arrendado á Francisco Ruy de la Canal vezino del Barzenal en la misma Cantidad que se rregula quedarle de utilidad: otro en dicho sitio de dos Ruedas propio de D.n Francisco Noriega Vezino de Pesues a quien le bale veinte Celemines de maiz y lo mismo a Francisco y Antonia Fernandez vezinos del Barzenal: otro en el sitio del Bonaco y rio de el Barzenal llamado el molinon propio de D.n Bernardo Manuel de la Madrid vez.º de esta villa de dos Ruedas y solo muele con una le bale cada año diez Celemines de maiz y La misma Cantidad se le rregula de utilidad a Juan Sanchez vecino de Gandarilla"


NOTA:

Se añaden las preguntas sobre el particular efectuadas en Gandarilla, (Val de San Vicente) y La Revilla, (Valdáliga), ya que en la declaración de 1.753 figuraron aparte de las de San Vicente. Estas respuestas se pueden ver en el libro digital sobre el Catastro del Marqués de la Ensenada de Tomás Maza Solano.

GANDARILLA:

17.ª Dixeron que en el thermino de dho Lugar de los Artefactos que dize la pregunta, solo hay un molino arinero sobre las aguas de el Rio Gandarilla al termino de la Vega dentro de el Pueblo tiene dos Ruedas y solo muele con la una y con fuerza de aguas de modo q.e de un año dha Rueda trabajara los tres meses, y en ellos rendira de utilidad cinco fanegas de maiz, y pertenece á D.n Juan Gutierrez de Gandarilla Vecino de dho Lugar quien le administra por si y su familia y resp.n...


LA REVILLA:

17 A la dezima Septtima preguntta Digeron que solo hai en estte Pueblo un molino arinero con solo una sola rrueda en el Sittio del Piquette y solo muele en tiempo de Ybierno? quando hai abundanzia de agua es propio de D.n Mattheo de Udias Zevallos Vezino de la Villa de san Vizentte De la Barquera Su productto es muy cortto regulanle en cada un año en treintta reales que no hai ottra casa en el Pueblo de lo que la preguntta Contiene.

 


1835 - PARTE DEL ALCALDE MAYOR AL GOBERNADOR CIVIL

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El diecisiete de febrero de 1835 se publica en el "Boletín oficial de Santander" el siguiente comunicado o noticia que el Alcalde Mayor de San Vicente dirige al Gobernador Civil de la provincia, según oficio del día nueve de dicho mes, y que reproducimos textualmente a continuación:

"Noticias de la Provincia, 


El Alcalde mayor de San Vicente de la Barquera dijo al Sr. Gobernador civil de la provincia en oficio de 9 del corriente lo siguiente. Ayer á las diez de su mañana se me avisó por un Alcalde de mi partido de que una partida de facciosos de doce caballos y cuatro infantes habían entrado en la Villa de Comillas, sorprendido y desarmado el Resguardo, sacando cuantos mozos pudieron haber; inmediatamente comboqué los mozos de esta Villa que voluntariamente y llenos del mayor fuego y entusiasmo se presentaron á tomar las armas. Doce fueron los que pude armar y municionar, que en unión de una partida de cinco hombres del regimiento de San Fernando su Comandante, el Teniente D. Mateo Pérez Villamil, tres individuos del resguardo con su cabo D. Ramon Anzua, y benemérito Teniente Coronel de ejército y escedente en esta Villa D. Ramón de Lamadrid, marchamos con dirección á Comillas; pero á la legua supe habían invadido mi partido y entrado en Lamadrid, y que su dirección al parecer era Ortigal y Estrada contramarché en su seguimiento, y a pesar de las muchas aguas y lo intransitable del camino, conseguí andando en dos horas y media tres leguas, darles alcance en la venta de Unquera. Luego que los avistamos , saliendo á la llanada y formado en batalla destacaron cuatro caballos en guerrilla, pero recibidos por nuestros valientes con una descarga se replegaron y viéndose perdidos y próximos á ser cortados por haber abanzado D. Ramón de Lamadrid con el Sargento y cuatro mas hacia el camino de Molleda único punto de su retirada, y marchar la demás fuerza hacia ellos, con el mayor entusiasmo, se pusieron en precipitada fuga poniendo antes en grupa los que llevaban á pie tomando el camino de Molleda por donde les seguimos tenazmente hasta que viéndoles arrojarse al Deva y pasarlo á nado desistí retrocediendo á Molleda donde pernocté. El resultado de la acción ha sido un prisionero con su caballo, otro caballo con ocho fusiles, un herido que no pedimos capturar y pasó también el rio, rescatando todos los mozos sacados en el tránsito; si el día no hubiera estado tan cruel y tempestuoso no hubiera escapado ninguno debiendo su fuga á la velocidad de sus caballos. Todo lo que pongo en conocimiento de V. S. para su inteligencia,


1929 - LAS TRAGEDIAS DEL MAR, (Naufragio del "Reina de los Ángeles")

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El cuatro de diciembre de 1.929 se publica en "El Cantábrico, el siguiente y largo reportaje que parte de la noticia del naufragio del pesquero "Reina de los Ángeles" y que protagoniza las páginas primera y segunda, de dicho diario, con fotografía que acompañamos.



Aprovechando unos segundos, en que las olas dejaron de pegar sobre el "Reina de los Ángeles", del que aquéllas han barrido la chimenea y la obra muerta, nuestro fotógrafo consiguió esta difícil fotografía. Una ola, rencorosa, le arrebató la máquina, tras la que salió "Samot", consiguiendo recuperársela al mar; pero a costa de un chapuzón. — El señalado con el número 1 es el patrón, Víctor Bengochea, al que persigue la fatalidad. — El número 2 es el patrón del "Marina", Justo Lecue, que abnegadamente se lanzó al mar en socorro de los náufragos. — El señalado con el número 3 es Pedro Urquiri, que ignoraba, cuando se le retrató, el triste fin de su pobre hermano. — El que tiene el número 4 es el pinche de la embarcación, y el 5, el maquinista y condueño, Francisco Eroa, que se salvó milagrosamente.

(Fotos Samot.) 

  

"LAS TRAGEDIAS DEL MAR 

Al pretender salvar la barra del puerto de San Vicente de la Barquera, una ola imponente hace naufragar a una embarcación.

Cinco marineros perecen ahogados, dejando huérfanas a veinte criaturas. 

Los dramas del marinero de la costa. 

Estos dramas del marinero de la costa tienen un terrible perfil patético. Ese perfil es la tierra quien lo presta. La tierra adusta, pero maternal, que reclama sus hombres con las hondas voces desgarradas de sus entrañas.

Y luego, el mar, plomo hervoroso en la mañana de ayer, que tira de los hombres y de los barcos, tan chiquitos, tan miserables.

Lo que grita en la costa no es el mar. Lo que grita es la tierra. La mar, sin la costa, es muda. Cuando a cientos de millas se arbola y se encrespa, es mayestática y solemne. La mar no grita. Grita la tierra, humanizada y materna.

Y esta tierra, frente a las barras de las villas marineras, grita más, grita y gime sin consuelo. Se enronquecen las fallas y los arrecifes Si la tierra pudiera avanzar su seno lo avanzaría para acoger al marinero, al hombre, al hijo...

Pero el Hombre tiene que entregar, por los siglos de los siglos, su tributo.

Estos hombres de las villas infanzonas de la costa Cantábrica, nietos de navegantes y de soldados, que rigieron naves gloriosas del rey y que han entregado su vida en todos los mares del mundo, rinden el tributo hoy desde sus humildes naves subsidiarias, donde se gana duramente el sustento.

Cada banca de una trainera es un banco de galera. Y es más héroe este hombre insignificante, que se juega humildemente la vida por cada hogaza que comen los suyos, que el que moría, en el abordaje, entre truenos de bombardas y arcabuces, votos y gritos, hachazos y cuchilladas "por Dios y por el rey", en una borrachera bélica.

Estos pobres héroes, tendidos en la playa yerta, frente al cielo acerado de la tarde, un ciclo signado de gritos y alas; estos pobres héroes, de traje de mahón, son mucho más héroes que los de cota o hábito cruzado; mucho más héroes que los que dan la vida por un ideal.

Dar la vida por un ideal tiene su compensación en la Historia. Pero dar la vida así, por el pan de los hijos, o por el de la madre anciana, no tiene el heroísmo elemental y primigenio, el más humano de todos los heroísmos.

El heroísmo del que día a día va dejando su salud en un tabuco de escritorio para criar a la prole. Y el heroísmo de estos; que sólo tenían el vario y traidor sendero de la mar, para buscar su pan. Y un día, el día de ayer, no volvieron más.

Los caminos del mar. los caminos del monte, los caminos del desierto, de la selva o de la tundra, son así. Son los caminos viejos del Hombre. Los caminos de los que, a veces, no se vuelve jamás. A pesar de que a ellos se va con más simpleza que por ningún otro en busca del pan nuestro de cada día.

V. 

 

LA PRIMERA NOTICIA DEL SUCESO 

La primera noticia de esta catástrofe la recibimos alrededor de las cinco de la tarde.

Nuestro querido amigo Alonso Velarde se apresuró a comunicárnosla telefónicamente, produciéndonos la sorpresa y el dolor que es de suponer.

Inmediatamente salimos para el lugar del suceso.

Ya en San Vicente de la Barquera apreciamos que la villa estaba sumida en honda consternación.

Todo el vecindario, que había participado intensamente en los trabajos de salvamento, estaba identificado en la desgracia, y en tanto que unos, en ofrenda piadosa, velaban a los marineros muertos, que descansaban sobre unas humildes angarillas en la modesta capilla, otros, animados de un fuerte espíritu de caridad, consolaban a los supervivientes.

La impresión de duelo era unánime, y para hacer más tétrica la impresión, las campanas de la iglesia doblaban a muerto. 

EL TEMOR DE LOS MARINEROS, JUSTIFICADO 

La pesca le sardina se había dado en los pasados días con tal abundancia, que las tripulaciones do los barcos pesqueros vizcaínos había escogido este lugar de la costa para sus operaciones.

El tiempo, durante la mañana y primeras horas de la tarde de ayer, había empeorado, haciendo temer por los pescadores que se hallaban en la mar.

Los conocedores de este peligro y las familias de los pescadores aguardaban, impacientes, los primeros; con angustia, las segundas, la llegada de las embarcaciones.

Dos de éstas aparecieron en el horizonte. En aquellos momentos había imponente marejada del Noroeste. La primera de, aquéllas, valientemente, enfiló al puerto. Fueron unos instantes de indescriptible angustia. Sin embargo, la embarcación, muy marinera, entró bien, aprovechando una aletía. La satisfacción se reflejó en todos los semblantes.

La segunda embarcación, con marineros de aquella tierra, tuvo desgracia al enfilar la barra. La sorprendió un violento golpe, de mar, y estuvo a punto de naufragar, entre el espanto de los que aguardaban sobrecogidos.

Y fué a penetrar la "Reina de los Ángeles", de Lequeitio. 

SE PRODUCE LA CATASTROFE 

El barco, entre aquel cuadro de terror, trató de penetrar en el puerto.

Toda la gente de la villa, desde los muelles, desde el castillo, desde los puntos estratégicos de San Vicente de la Barquera, tenía puestos los ojos en la débil embarcación.

Esta, valerosa, trató de ganar la barra; pero una ola imponente la levantó de popa y jugó con el barco como si éste fuera una pelota. La embarcación dió una, dos, tres vueltas. Se vió cómo los infelices tripulantes se agarraban desesperadamente a la quilla, cómo otros luchaban denodadamente con las olas, y, en pocos instantes, todo el vecindario, con sus autoridades al frente, se dirigió la playa. 

TRABAJOS DE SALVAMENTO 

No hubo vacilaciones ni desertó un solo vecino.

Los cafés, los comercios, los hogares, se quedaron desiertos. Todo el vecindario acudió a la playa. La resaca era temible; pero formando una cadena humana, los primeros con el agua hasta el cuello, los siguientes metidos en el mar hasta la cintura, trataron de rescatar aquellas vidas que luchaban ferozmente contra la muerte.

Algunos, más decididos, como el patrón del "Marina", Justo Lecue; como el patrón del "Luis". Pedro Arramarri y como Basilio Velardo y Gervasio Molleda, con verdadero desprecio de su vida, se lanzaron al mar. Unos llevaban salvavidas, para ofrecérselos a los náufragos; otros, cabos, para que se amarrasen aquéllos. Todos ofreciendo su existencia por salvar la de sus semejantes.

Así pudieron sacarse uno, dos, cinco, siete, diez...

Entre los últimos, después de haber estado luchando con las olas más de una hora, fué sacado Tomás Iturraspi. Su estado era desesperado, El médico le auxilió rápidamente; pero ya era tarde. El infeliz murió instantes después. 

RAPIDA CONDUCCION AL PUEBLO 

La gente, a medida que se iba sacando a los náufragos, los iba ofreciendo generosamente sus ropas.

Envueltos en estas eran conducidos en camionetas, en carros, como se podía, al centro de la villa, La propietaria de la fonda "La Dolores", doña Dolores González, con admirable abnegación, cedió desinteresadamente su casa. Y con ésta su servidumbre, sus ropas, todo.

Pronto los náufragos fueron auxiliados y atendidos.

Los más serenos se dirigieron al patrón, Víctor Bengochea. Este había estado a punto de perecer. Ya en el mar, la faja se le había soltado, aprisionándolo las piernas e impidiéndole nadar. Cuando, impotente para seguir la lucha, se dejó caer, una ola le echó, providencialmente, en manos de sus salvadores. En cuanto se repuso se le pidió la lista de la tripulación. Se hizo el recuento, y se vió, con espanto, que faltaban cinco hombres. 

LOS MARINEROS DESAPARECIDOS 

Se volvió a la playa. Se formó nuevamente la cadena humana. En ésta, con abnegación admirable, formaron el alcalde, el juez, el cura; todos. Allí, ni había clases ni diferencias de condición social.

Se buscó a los que faltaban; pero todo fué inútil.

Cuando ya la gente se retiraba desconsolada y afligida, el mar echó a la playa otro cadáver. Era el de Fidel Urquiri.

Los demás quedaron entre las olas. Mientras, el barco, se desfondaba y quedaba en la playa sobre un banco de arena.

Mientras tanto, otra embarcación de San Vicente de la Barquera trataba de ganar el puerto. Desde los muelles se la hizo señas para que continuase rumbo a Santander. Pero los tripulantes, al ver sobre el mar a la que había naufragado, desoyendo toda medida de precaución, acudieron en socorro de los náufragos. Poro ya era tarde. Sin embargo, la abnegación de los marineros fué tanta, que, ocupando débiles barquías, estuvieron por los alrededores del lugar del suceso, con verdadera exposición de sus vidas, buscando a los náufragos.

Mas ya hemos dicho que todo fué inútil. 

LOS QUE FORMABAN LA TRIPULACION 

Formaban la tripulación del "Reina de los Ángeles", de Lequeitio, el patrón, Víctor Bengochea. Este es actualmente presidente de la Cofradía de Lequeitio, y es marinero perseguido por la fatalidad. Recientemente, mandando un vapor pesquero, estalló la caldera, causando varias víctimas. Él se salvó milagrosamente.

Los demás tripulantes son:

Nicolás Zabala, José Márquez, Francisco Eroa, maquinista y condueño, de la lancha; Juan Urquizaba, Francisco Abastay, Francisco Benal, Pedro Urquiri, Gabino Belansátegui, Cándido Anazabe, Bonifacio Meave, Juan Cruz, Fidel Urquiri, Bernabé Urresti y Tomás Uturraspi. 

LOS MARINEROS MUERTOS Y DESAPARECIDOS 

Los tripulantes del "Reina de los Ángeles" muertos y desaparecidos, son los siguientes:

"Muertos: Tomás Uturraspi, casado, con cuatro hijos. Murió, como antes decimos, cuando ya estaba sobre la playa, y Fidel Urquiri, soltero. Su cuerpo lo devolvió el mar media hora después.

Desaparecidos: Cándido Anazabe, casado, con ocho hijos; Juan Cruz, casado, con ocho hijos, y Bernabé Urresti, casado, y sin hijos.

Los cuerpos de estos infortunados marineros no habían aparecido cuando nosotros, a las diez de la noche, abandonamos San Vicente de la Barquera. 

SACANDO UNA FOTOGRAFIA DEL BARCO 

El afán, justificado, de ofrecer información gráfica de esta horrible catástrofe, nos llevó a la playa de San Vicente de la Barquera.

Nos acompañaban dos grandes amigos de EL CANTABRICO: Alonso Velarde y Arturo Flores.  

El "Reina de los Ángeles" estaba a unos treinta metros de la orilla. Hubo que salvar la playa, iluminados desde un montículo próximo con los faros del automóvil, y meter los pies en el agua.

De vez en cuando, una ráfaga de niebla espesísima ocultaba al barco de nuestra vista. Otras, las olas nos obligaban a salir huyendo.

Una de éstas se echó encima de nosotros tan súbitamente, que, para librarnos de ella, tuvimos que alejarnos precipitadamente; pero en pie quedaba el trípode, y sobre éste, la máquina. La fuerte resaca, al volver la ola al mar, se llevó la máquina.

"Samot", al verse despojado de la más eficaz cooperadora de su arte de gran fotógrafo, se lanzó al mar, como si éste le arrebatase uno de sus más caros afectos. Fué inútil que le llamásemos. Nuestro compañero rescató la máquina; pero fué a costa de un remojón. 

EN LA CAPILLA DE SAN VICENTE MARTIR 

Desde la playa nos dirigimos a la capilla de San Vicente.

En el centro se había levantado un severo túmulo. Y cuatro cirios encendidos alumbraban los cuerpos de los infortunados marineros Tomás Iturraspi y Fidel Urquiri. Los cadáveres estaban cubiertos por una sábana, y el vecindario rezaba fervorosamente por el eterno descanso de los pobres tripulantes.

Por respeto al lugar y por lo tétrico del cuadro, no actuó nuestro fotógrafo.

Sacrificamos la nota de actualidad y sumamos nuestras oraciones a los del vecindario de San Vicente de la Barquera por las almas de las víctimas.

HABLANDO CON LOS NAUFRAGOS 

Nos trasladamos luego a la fonda "La Dolores".

Todas las habitaciones estaban ocupadas por los náufragos.

Antes de entrar se nos advirtió piadosamente: "No hablen ustedes, para nada, de muertos ni de desaparecidos. Los supervivientes ignoran la magnitud de la catástrofe, y a Pedro Urquiri, que ha preguntado diferentes veces por su hermano, se le ha dicho que ha sido rescatado al mar y que se encuentra en una habitación próxima. Varias veces ha intentado levantarse para ir a verle, pero se le ha prohibido; una de las veces, por mandato del médico."

Cumplimos rigurosamente las consignas 

Conversamos con él patrón. El relato que nos hizo Víctor Bengochea no difiere en nada del que nosotros hemos hecho de la catástrofe.

Luego nos entrevistamos con el maquinista y condueño. Francisco Eroa no había querido guardar cama. Temiendo el grave peligro que supone franquear la barra, realizaba todas las operaciones sacando por la ventana de la máquina más de medio cuerpo. Guando la ola volteó á la embarcación, cayó revuelto entre sus compañeros, y poco después pasaba a los brazos de los salvadores.

Estaba todavía, como los demás supervivientes con quienes conversamos, bajo la terrible impresión sufrida.

También hablamos con Pedro Urquiri. Desconocía el triste fin de su hermano y celebraba haberse salvado de la muerte. Nunca— nos dice — la vi más cerca.

"Samot", con su máquina, también "superviviente", tiró aisladamente algunos magnesios. Y para recoger en aquélla al "pinche" de la embarcación hubo que envolverle en unas mantas y conducirle a la cama del patrón, que le abrazó llorando. El pobre niño, después de sostenerse bravamente sobre el agua, nadando con gran agilidad, pudo ser salvado. Bien es verdad que todos se preocuparon de él, ayudándole en los momentos de desfallecimiento, que también los tuvo.

Todos los náufragos nos hicieron presente su reconocimiento por la hospitalidad del vecindario de San Vicente de la Barquera.

De no haber sido por su heroísmo nos dan algunos—, hubiéramos perecido todos, absolutamente todos, y los más fuertes acaso hubiésemos ido a morir en la playa. 

SE COMUNICA LA CATASTROFE A LEQUEITIO 

Con las naturales precauciones, se comunicó la infausta nueva a Lequeitio.

En la Cofradía produjo la noticia el efecto que es de suponer.

Desde el teléfono se oían las lamentaciones desgarradoras de las familias de los náufragos, que solicitaban insistentemente noticias de los suyos.

Hubo necesidad de pedir que se pusieran al aparato personas que conservasen la serenidad. "Que se llore — se dijo — por los muertos, no por los vivos".

Cuando se consiguió aquel concurso, se dijo que, si hacía falta, en San Vicente de la Barquera, y gratuitamente, se embalsamaría a los cadáveres.

Se rogó unos momentos de espera, pues la Cofradía iba a reunirse inmediatamente.

Se contestó que se agradecía el ofrecimiento, que no se escatimasen gastos, que una representación de aquélla se ponía en camino; pero que no se haría el traslado de los cadáveres, para evitar a aquellas familias nuevos momentos de trágica amargura.

En vista de esta contestación, se reunieron las autoridades y personas más significadas de la villa, conviniendo en establecer turnos en la capilla ardiente para volar los cadáveres de los pobres marineros y en preparar el entierro, que se verificará hoy, a las doce de la mañana. 

OTROS DETALLES DE LA CATASTROFE 

Entré los detalles de más interés de la catástrofe, que recordamos en esta precipitada información que hemos tenido que realizar, información salpicada de contratiempos, y de la que no traemos otros recuerdos gratos que las cariñosas atenciones recibidas de autoridades y vecinos de San Vicente de la Barquera, figuran los siguientes:

El mar echó a la playa las redes de la embarcación. Se creyó que entre éstas habría algún cadáver. Se examinaron para comprobarlo; pero no había ninguno.

También devolvió el mar algunos cestos, utensilios de la embarcación y las botas de varios tripulantes.

Con todo se hizo un grupo, del que quedaron al cuidado fuerzas de Carabineros.

El mar, con sus terribles embates, destrozó la chimenea, la máquina y toda la obra muerta.

Así puede apreciarse en la fotografía que publicamos.

El alcalde de San Vicente de la Barquera comunicó la catástrofe al gobernador civil, diciéndole también que todos los supervivientes quedaban bien atendidos, pues el vecindario se desvivía en ello.

El general Saliquet expresó su dolor por la gran desgracia, y anunció que participaría ésta, como lo hizo inmediatamente, al ministro de la Gobernación."

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1899 - RECUERDOS DE LA TIERRUCA, de J. Gutiérrez de Gandarilla

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El 14 de septiembre de 1899 se publica en "La Atalaya" el siguiente reportaje, de J. Gutiérrez de Gandarilla, con el título de "Recuerdos de la tierruca". En él hace un repaso, desde la distancia, de las costumbres populares, en las romerías, y otros detalles que venían a su recuerdo, ya que en aquel entonces, el autor, vivía en La Habana. 

Por parecerme interesante y curioso acompaño dicha publicación: 

"RECUERDOS DE LA TIERRUCA 

En esta época da las grandes fiestas populares en la querida Montaña, á 1.600 leguas lejos de ella, y combatido por todos los azares de la suerte, ¿cómo no recordar los tiempos felices en que plácida se deslizó mi niñez correteando por aquellos amenos valles y agrestes campiñas oreadas por las salutíferas brisas del mar Cantábrico? 

Las alegres romerías; la extensa verdebraña donde bajo !a sombra de copudos robledales y añosos castaños se celebra la feria; las garridas montañesas que en grupos se dirigen al baile campestre; las encascabeladas panderetas que hábilmente repican con el acompañamiento de los intencionados cantares al ídolo de su amor; la blanca casita que, medio oculta entre los árboles frutales, guarda el tesoro para mi más preciado, mis ancianos padres; el susurro del aire y el serpentear del cristalino arroyuelo por entre bosques y cascadas, todo todo despierta en mí el grato recuerdo de aquel pedazo de tierra española, cuna de mis ensueños y albergue de mis pasadas ilusiones. 

¡Las Romerías! Parece que aún tengo grabadas en la retina, y constantemente las estoy viendo, todas y cada una de las figuras que se mueven, bullen y agitan alrededor de la vetusta capilla, en el extenso campo que la circunda, donde se celebra la fiesta. 

Aquí, el corro de bolos, en el cual se disputan el premio de vencedores los mozos más afamados del pueblo, contra los forasteros que han venido á la romería. 

Su entusiasmo no tiene límites cuando uno de ellos ha sacado el emboque, ó birlado siete bolos con una siega. 

Allá, el baile popular de la Montaña, donde las mozas lucen su garbo y hermosura, en medio de sus coloquios de amor con el afortunado que ha de ser su esposo. Con sus trajes de abigarrados colores y sus pañuelos blancos de seda al cuello, parecen bandada de palomas arrullándose en la hora crepuscular. 

Más arriba un grupo de viejos tomando el cuartillo ó la media azumbre de vino tinto, recordando los tiempos de su juventud, ó comentando el último sermón del cura de la parroquia. 

Abajo, la merienda que los señoritos de la vecina villa han mandado preparar en su casa, para, en unión de los amigos, comérsela entro mil chanzonetas, tumbados sobre el tupido matiz del aromático campo montañés. 

En otro lado, las indispensables fruteras, con sus canastas de rojas cerezas, sabrosísimas peras y rosadas ciruelas. 

Acá, las rosquilleras con sus puestos de dulces, y mesas para refrescos de limonada y gaseosa. 

Allá, el indiano ó el sevillano convidando á la juventud de su pueblo, y por todas partes los muchachos, corriendo, jugando, y luchando unos con otros, en medio de una indescriptible algarabía. 

¡Oh, gratos recuerdos de mi niñez pasada! ¡Qué tristes pasan los días lejos de los lares patrios! 

El alma se me inunda de gozo al pensar en la inolvidable Montaña, pero las lágrimas acuden á mis ojos y corre insensible la pluma sobre el terso papel al ver que aún está muy lejano el día en que vuelva á tí, tierruca idolatrada. 

Reciba en tanto este pequeño recuerdo, que á través de la distancia, y sobre las rizadas olas del terrible Océano que sumisas besan tus acantiladas costas, te envía desde lejanas tierras quien constantemente está pensando en tí, 

J. GUTIÉRREZ DE GANDARILLA.

Habana, agosto de 1899."

Por parecerme interesante y curioso acompaño dicha publicación: 

"RECUERDOS DE LA TIERRUCA 

En esta época da las grandes fiestas populares en la querida Montaña, á 1.600 leguas lejos de ella, y combatido por todos los azares de la suerte, ¿cómo no recordar los tiempos felices en que plácida se deslizó mi niñez correteando por aquellos amenos valles y agrestes campiñas oreadas por las salutíferas brisas del mar Cantábrico? 

Las alegres romerías; la extensa verdebraña donde bajo !a sombra de copudos robledales y añosos castaños se celebra la feria; las garridas montañesas que en grupos se dirigen al baile campestre; las encascabeladas panderetas que hábilmente repican con el acompañamiento de los intencionados cantares al ídolo de su amor; la blanca casita que, medio oculta entre los árboles frutales, guarda el tesoro para mi más preciado, mis ancianos padres; el susurro del aire y el serpentear del cristalino arroyuelo por entre bosques y cascadas, todo todo despierta en mí el grato recuerdo de aquel pedazo de tierra española, cuna de mis ensueños y albergue de mis pasadas ilusiones. 

¡Las Romerías! Parece que aún tengo grabadas en la retina, y constantemente las estoy viendo, todas y cada una de las figuras que se mueven, bullen y agitan alrededor de la vetusta capilla, en el extenso campo que la circunda, donde se celebra la fiesta. 

Aquí, el corro de bolos, en el cual se disputan el premio de vencedores los mozos más afamados del pueblo, contra los forasteros que han venido á la romería. 

Su entusiasmo no tiene límites cuando uno de ellos ha sacado el emboque, ó birlado siete bolos con una siega. 

Allá, el baile popular de la Montaña, donde las mozas lucen su garbo y hermosura, en medio de sus coloquios de amor con el afortunado que ha de ser su esposo. Con sus trajes de abigarrados colores y sus pañuelos blancos de seda al cuello, parecen bandada de palomas arrullándose en la hora crepuscular. 

Más arriba un grupo de viejos tomando el cuartillo ó la media azumbre de vino tinto, recordando los tiempos de su juventud, ó comentando el último sermón del cura de la parroquia. 

Abajo, la merienda que los señoritos de la vecina villa han mandado preparar en su casa, para, en unión de los amigos, comérsela entro mil chanzonetas, tumbados sobre el tupido matiz del aromático campo montañés. 

En otro lado, las indispensables fruteras, con sus canastas de rojas cerezas, sabrosísimas peras y rosadas ciruelas. 

Acá, las rosquilleras con sus puestos de dulces, y mesas para refrescos de limonada y gaseosa. 

Allá, el indiano ó el sevillano convidando á la juventud de su pueblo, y por todas partes los muchachos, corriendo, jugando, y luchando unos con otros, en medio de una indescriptible algarabía. 

¡Oh, gratos recuerdos de mi niñez pasada! ¡Qué tristes pasan los días lejos de los lares patrios! 

El alma se me inunda de gozo al pensar en la inolvidable Montaña, pero las lágrimas acuden á mis ojos y corre insensible la pluma sobre el terso papel al ver que aún está muy lejano el día en que vuelva á tí, tierruca idolatrada. 

Reciba en tanto este pequeño recuerdo, que á través de la distancia, y sobre las rizadas olas del terrible Océano que sumisas besan tus acantiladas costas, te envía desde lejanas tierras quien constantemente está pensando en tí, 

J. GUTIÉRREZ DE GANDARILLA.

Habana, agosto de 1899."

Por parecerme interesante y curioso acompaño dicha publicación: 

"RECUERDOS DE LA TIERRUCA 

En esta época da las grandes fiestas populares en la querida Montaña, á 1.600 leguas lejos de ella, y combatido por todos los azares de la suerte, ¿cómo no recordar los tiempos felices en que plácida se deslizó mi niñez correteando por aquellos amenos valles y agrestes campiñas oreadas por las salutíferas brisas del mar Cantábrico? 

Las alegres romerías; la extensa verdebraña donde bajo !a sombra de copudos robledales y añosos castaños se celebra la feria; las garridas montañesas que en grupos se dirigen al baile campestre; las encascabeladas panderetas que hábilmente repican con el acompañamiento de los intencionados cantares al ídolo de su amor; la blanca casita que, medio oculta entre los árboles frutales, guarda el tesoro para mi más preciado, mis ancianos padres; el susurro del aire y el serpentear del cristalino arroyuelo por entre bosques y cascadas, todo todo despierta en mí el grato recuerdo de aquel pedazo de tierra española, cuna de mis ensueños y albergue de mis pasadas ilusiones. 

¡Las Romerías! Parece que aún tengo grabadas en la retina, y constantemente las estoy viendo, todas y cada una de las figuras que se mueven, bullen y agitan alrededor de la vetusta capilla, en el extenso campo que la circunda, donde se celebra la fiesta. 

Aquí, el corro de bolos, en el cual se disputan el premio de vencedores los mozos más afamados del pueblo, contra los forasteros que han venido á la romería. 

Su entusiasmo no tiene límites cuando uno de ellos ha sacado el emboque, ó birlado siete bolos con una siega. 

Allá, el baile popular de la Montaña, donde las mozas lucen su garbo y hermosura, en medio de sus coloquios de amor con el afortunado que ha de ser su esposo. Con sus trajes de abigarrados colores y sus pañuelos blancos de seda al cuello, parecen bandada de palomas arrullándose en la hora crepuscular. 

Más arriba un grupo de viejos tomando el cuartillo ó la media azumbre de vino tinto, recordando los tiempos de su juventud, ó comentando el último sermón del cura de la parroquia. 

Abajo, la merienda que los señoritos de la vecina villa han mandado preparar en su casa, para, en unión de los amigos, comérsela entro mil chanzonetas, tumbados sobre el tupido matiz del aromático campo montañés. 

En otro lado, las indispensables fruteras, con sus canastas de rojas cerezas, sabrosísimas peras y rosadas ciruelas. 

Acá, las rosquilleras con sus puestos de dulces, y mesas para refrescos de limonada y gaseosa. 

Allá, el indiano ó el sevillano convidando á la juventud de su pueblo, y por todas partes los muchachos, corriendo, jugando, y luchando unos con otros, en medio de una indescriptible algarabía. 

¡Oh, gratos recuerdos de mi niñez pasada! ¡Qué tristes pasan los días lejos de los lares patrios! 

El alma se me inunda de gozo al pensar en la inolvidable Montaña, pero las lágrimas acuden á mis ojos y corre insensible la pluma sobre el terso papel al ver que aún está muy lejano el día en que vuelva á tí, tierruca idolatrada. 

Reciba en tanto este pequeño recuerdo, que á través de la distancia, y sobre las rizadas olas del terrible Océano que sumisas besan tus acantiladas costas, te envía desde lejanas tierras quien constantemente está pensando en tí, 

J. GUTIÉRREZ DE GANDARILLA.

Habana, agosto de 1899."

1906 - CARRETERA DE LA ESTACIÓN A SAN VICENTE

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El dos de julio de 1906, se publica en "El Cantábrico" una noticia sobre una apuesta por un banquete entre el notario de la villa José Ocampo y, Silverio Pérez industrial, acerca de la construcción y terminación de la carretera de la estación que éste último estaba ejecutando como contratista. Dicho artículo dice lo siguiente:

 

"UN BANQUETE 

En San Vicente de la Barquera 

En la acreditadísima fonda que nuestro buen amigo don Silverio Pérez posee en el pintoresco pueblo de San Vicente de la Barquera, tuvo ayer lugar un banquete, como festejo por la rápida terminación de la carretera, que une á San Vicente con la estación del ferrocarril. 


Esta obra, de la que es contratista el dicho don Silverio, tiene unos tres kilómetros de extensión, y dio comienzo en 13 de marzo próximo pasado.  

El notario de San Vicente, don José Ocampo, y el contratista, apostaron, al comenzar las obras, á que éstas no se terminarían antes de fin de julio, lo que suponía una gran facilidad de comunicaciones para los muchos veraneantes que ordinariamente acuden á la Barquera. La apuesta consistía en un banquete, y como la carretera se terminó para el plazo marcado en la apuesta, aquél tuvo lugar ayer, á costa del señor Ocampo. 

Al banquete se invitó solamente á los periódicos de Santander, pues aquél se hizo extensivo á festejar la buena marcha del asunto de la barra, y creyeron justo obsequiar á la prensa por el apoyo que había prestado á las justas aspiraciones de aquel pueblo. 

El total de los comensales fue el de unos cuarenta y la comida suculenta, espléndidamente servida, lo que no hace sino confirmar la justa fama que goza la fonda del amigo Silverio en el arte culinario. 

Al final brindaron los señores Urbano Velarde, Basilio Escandón, Ocampo, Alonso Velarde, Agustín del Barrio (concejal), Antonio Lara (médico), resumiendo el digno Alcalde de San Vicente, don Donato Palacios. 

Todos ellos elogiaron en frases elocuentes la actividad desplegada por los contratistas del primero y segundo trozo de la carretera, señores don Pedro Bedoya y don Silverio López. 

También se habló bastante del asunto del arreglo de la barra, excitando á los representantes de la Prensa, á que prosiguieran su campaña hasta conseguir de los Poderes públicos el remedio á la urgente necesidad sentida. 

El Alcalde leyó una carta del señor Garnica, en la que promete su apoyo para la resolución del expediente. 

Terminado el acto, durante el cual reinó la más franca cordialidad, los invitados pasearon por los alrededores, visitando sus sitios más pintorescos, así como la cetárea del señor Velarde y la magnífica finca llamada El Convento. 

Con la inauguración de la nueva carretera, el pueblo de San Vicente tiene un poderoso elemento más para el fomento de su progreso, y por ello lo felicitamos sinceramente, deseando que, para mayor justicia, se termine pronto y á satisfacción el importantísimo problema de la entrada del puerto."

 

1771 - SAN VICENTE MÁRTIR (Anécdota)

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En una edición de "España Sagrada", tomo XXVI, y que se encuentra en la BNE, he visto este curioso relato sobre un suceso, que narra, acerca del patrón de nuestra Villa, San Vicente mártir y sus reliquias,  en presencia, según dice, del escribano y notario público, Juan González de Moneda. (Se reproduce literalmente respetando ortografía). 

"21 Para gloria de Dios en sus Santos conviene referir un suceso del tiempo de este Prelado, y en presencia suya, hallándose en S. Vicente de la Barquera (que era de su Diocesis) y estando también alli el Corregidor de las quatro Villas el Capitan Juan de Torres, apareció delante de ellos, y de los Clérigos del lugar, Gonzalo Moran, Pintor, Vecino de Oviedo, dia 24 de Junio á hora de visperas año de 1480. y presentó un hueso de  la cabeza de S. Vicente Martyr, que dijo habia llevado de esta Villa trece años antes, poco mas ó menos, con motivo de mandarle hacer una figura del Santo Martyr en bulto, de escultura, por estar muy maltratada la antigua: y hecha la nueva mandó al Oficial quemar la vieja, para evitar algunas indecencias. Quemose toda menos la cabeza, que reducido lo restante a ceniza, perseveró entera: y admirando el suceso, la fué á deshacer con azuela, á cuyos golpes saltó un bulto de brocado con un hueso dentro y cedula que decía ser de la cabeza de S. Vicente Martyr. Guardósele para sí, no quiriendo entregarle al Mayordomo de la Cofradía del Santo, que la gente de mar tiene en aquel lugar desde lo muy antiguo. 

22 Traia la Reliquia consigo, y habiendo cometido un delito, por el qual le prendieron en Leon, pudiendo recelar pena de muerte, se acordó de la sagrada prenda que tenia consigo, encomendóse muy de corazon al Santo Martyr y prontamente vió quitados los candados de las cadenas, y abiertas las puertas de la Carcel; con lo que salió, sin encontrar persona que le estorbase. Añadió, que en otra ocasion le salieron hombres de acaballo al camino, y le tiraron seis lanzas, dejandole por muerto: pero no recibió lesion alguna. Item, que sabiendo el Obispo de Avila, que tenia aquella Reliquia, le ofreció una gran limosna para su Iglesia de S. Vicente de Oviedo, pero no se la pudo ceder, por quanto no le querian absolver los Confesores mientras no la restituyese, como ahora lo hacia: y de ello dió testimonio Juan Gonzalez de Moneda, Escribano de dicha Villa de S. Vicente de la Barquera, y Notario público, como asegura el Rmo. Prieto en la Vida del martir S. Vicente."