1906 - LA BARRA VISTA POR UN VIAJERO.
El 21 de abril de 1906 se publicó en "El Cantábrico" un artículo titulado "La barra de San Vicente" dentro de un reportaje de "Viajes por la provincia" de M. García Rueda. Dicho artículo dice así:
"VIAJES POR LA PROVINCIA
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LA BARRA DE SAN VICENTE
III
"San Vicente de la Barquera es el único puerto intermedio entre Santander y Gijón que puede servir de arribada á los buques en el caso de un temporal. Pero, causas viejas y múltiples que no hemos de detenernos á examinar ahora, han hecho imposible que pueda servir, no sólo para los fines arriba indicados, pero ni aún para las diarias necesidades del pueblo marinero de San Vicente.
Los bancos de arena iniciados entre el canal Este de la barra y la playa han sufrido considerable aumento con el cierre de las marismas de Rubín y de Pombo. En efecto, merced á ese cierre el volumen de agua á desalojar durante baja la marea es muy pequeño y casi nula, por tal causa, la corriente submarina que se establece en el canal de referencia. En tales condiciones, la sedimentación arenosa va formando una infranqueable barrera y un perpetuo peligro para las embarcaciones, á tal extremo, que en las grandes mareas, á la bajamar, las lanchas tienen que esperar fuera del puerto á que la marea suba para poder entrar.
Ahora bien; el canal del Oeste sería el que resolviese de plano esta cuestión, dando facilidades á las embarcaciones; pero en ese canal existen unas rocas que impiden la navegación. La voladura de estas rocas es lo que, hoy por hoy, pide el pueblo de San Vicente de la Barquera.
—Mire usted- me decía uno de los marineros que nos conducían—, por aquí podían entrar antes los barcos á la baja marea sin peligro alguno, y ahora ya ve usted.
En efecto; yo veía el banco de arena perfectamente, que no se hallaría mucho más profundo que cuatro pies por bajo la quilla de nuestro bote.
—El único peligro que aquí existe, en el caso de un naufragio— agregó el marinero—, es que caiga uno bajo la embarcación. De lo contrario, naufragando en plena barra, se llega con el agua á la cintura hasta la playa.
— Vamos á ver— le dije á amigo—, explíqueme en pocas palabras la situación.
—Pues mire usted, es ésta. La barra del Este del puerto se halla cegada por las arenas, y como en la del Oeste no se han volado las rocas que impiden el paso por ella, dándole más profundidad y más cauce á la corriente, resulta que el estuario está cegándose también de arena, rompiendo la mar dentro de la barra.
Esto hace muy peligrosa la entrada y expone constantemente á una catástrofe, como ha sucedido ya varias veces, y últimamente el día 1.º de diciembre pasado, que dio vuelta una lancha sobre la barra, ahogándose un tripulante y salvándose los demás milagrosamente.
Los pescadores están desesperados, y piensan abandonar su industria y dedicarse a cualquier cosa, pues cada vez que salen por la boca del puerto lo hacen con gran exposición de sus vidas.
Siendo éste un buen puerto intermedio de refugio entre Gijón y Santander, está en la actualidad inutilizado para los barcos, que en los malos tiempos no pueden acercarse á él por el mal estado de la barra, pues intentar hacerlo es exponerse á un naufragio seguro.
—¿Y no han gestionado ustedes para que les arreglen la entrada?
—Repetidas veces la autoridad de Marina ha solicitado el arreglo de la barra del Oeste, y los ingenieros de Obras del puerto han levantado plano y hecho presupuesto de dichas obras, pero hasta la fecha no se ha hecho nada.
— Pues es cuestión de vida ó muerte para este pueblo el que eso se haga. ¿Asciende á mucho el presupuesto?
—No, señor. La cantidad es pequeña, tanto que no se necesita formar un presupuesto especial para la ejecución de las obras necesarias. sino que su cifra tiene cabida perfectamente en el presupuesto general...
—Entonces...
—Dicen que se hallan ahora muy ocupados en las obras del puerto de Castro Urdiales y en Santoña.
— Pero esto es un crimen...
—Y tan grande, que, dentro de poco tiempo, las familias que de las industrias del mar viven en este puerto tendrán que emigrar...
Regresábamos hacia el puerto. Un marinero, metía de vez en cuando el remo en el agua para medir la profundidad. Esta oscilaba siempre entre cuatro y siete pies. Y al extender la vista sobro la bahía, un inmenso arenal se dibujaba en toda la extensión.
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Tal es, á grandes rasgos, la situación en que se halla el puerto de San Vicente de la Barquera. Como habrán comprendido todos, es de urgente necesidad que tal estado de cosas desaparezca. No se puede condenar á un pueblo de esa manera, con esa pasividad estupenda, á perecer en un plazo determinado. No se piden gollerías. No se pide que draguen toda la bahía convirtiendo al puerto de San Vicente de la Barquera en lo que fue; no se quiere la construcción de grandes muelles, ni de obras que cuesten millones de pesetas.
Se trata sencillamente de volar unas rocas que imposibilitan la entrada al puerto, que ponen en constante peligro la vida de esos infelices marineros que arrancan diariamente, de las entrañas del Océano, los miserables ochavos que le sirven para su sustento.
Y la vida de un solo hombre vale más, mucho más, que ese puñado de pesetas que se solicita.
Nosotros esperamos fundadamente que será atendida esta nuestra indicación que, por otra parte, estamos dispuestos á recordarla cuantas veces sea necesario y esperamos que sea atendida, no por ser nuestra, sino porque en ella está fielmente reflejada la aspiración de un pueblo que tiene perfecto derecho á la vida, y que de día en día se le va imposibilitando, por negligencias de unos, por abandono de otros y por olvidos injustificados de todos.
Cuantos de cerca ó de lejos tienen relación con este asunto, es imposible que puedan permanecer inactivos ante la marcha acelerada con que se acerca la ruina de ese pintoresco pueblo que se llama San Vicente de la Barquera.
M. García Rueda.
Abril 17, 1906".
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