1884 - CARLOS V Y LA CORRIDA DE TOROS EN SAN VICENTE DE LA BARQUERA
El dos de junio de 1884 se publicó en "El Burladero" la segunda parte de un reportaje sobre "el toreo antiguo", y por citar en él a Carlos V, la visita y estancia en San Vicente, y en particular sobre la corrida de toros que el Emperador pudo contemplar en nuestra Villa, me parece interesante reproducir dicho artículo que dice así:
"TOREO ANTIGUO
(Conclusión.)
» Y cuando el animal les ha corrido un buen rato y ellos han dado bastante entretenimiento á los espectadores, de miedo de que la bestia no hiera ó mate malamente á alguno de los de la cuadrilla, la cortan los jarretes con sus chafarotes, con lo cual el toro se ve obligado á arrastrarse y por último á echarse por no poderse tener más sobre sus piernas; matándole después y arrastrándole fuera, para repetir la fiesta con otro bicho y ver cuál es el peor de la ganadería, ó el que ha dado más juego. Así como lo habéis oído tienen lugar las corridas de toros.»
Como V. ve, mi querido Palacio, nada habla el cronista de capotes, nada dice de la suerte de espada, lo cual me hace creer que los toreros la llevaban en vez de capa, y que una vez desjarretado el toro, lo mecharían como Dios les diera á entender. Por lo demás, eso de tirarse al suelo para que el animal pase por encima del diestro, eso de acosar al toro para que se aburra y no sepa á quien atender ni adonde acudir, eso de tirarle las banderillas, todo eso, digo, creo que se verifica hoy del mismo modo que en los tiempos de Carlos V, lo cual demuestra que la gente del oficio es amante de las tradiciones del arte.
Siguió el Emperador su camino, y siguieron, como era natural las fiestas de toros, y así fué que en San Vicente de la Barquera, donde S. M. tuvo que detenerse catorce días á causa de la enfermedad que le sobrevino, hubo su correspondiente función, pero esta tuvo otros atractivos que las anteriores, no sólo por el sitio donde se verificó, sino por la clase del espectáculo que indudablemente debió impresionar á nuestro flamenco según lo detalladamente que de él da cuenta.
Algunos días después de la llegada del Rey Nuestro Señor á San Vicente, los de la población «hicieron cercar un paraje en medio de un gran terreno donde el mar llega dos veces al día, para dar en él unas corridas de toros delante de S. M., y esta diversión tuvo lugar una hora larga después de haberse retirado el mar. Allí se vio varias veces á un joven castellano, valiente, y sobre si el cual á pié firme esperaba á un toro caliente y en el más furioso estado que puede imaginarse, cuyo toro venía á todo correr sobre el joven para destrozarle con los cuernos. Pero cuando el muchacho se veía muy cerca del toro que casi le embestía, entonces se echaba sobre los cuernos; después le sujetaba y apretaba el cuello entre sus brazos y la bestia con gran fuerza levantaba el hombre sobre su cabeza y entre los cuernos. Pero á fuerza de tenerle cogido y apretado entre los brazos, el toro se veía obligado á caer con el muchacho que diestro en su juego, cuando se veía en tierra con el animal, le tenía diestramente con los cuernos en la arena, hasta que se levantaba, echaba á correr y quedaba en salvo antes que la bestia le hubiese podido molestar. Por todo «esto el muchacho fué tenido por mozo gentil, valiente y muy diestro.»
Como V. vé, la suerte que hoy es patrimonio de los pegadores portugueses, lo era hace tres siglos y medio de los castellanos. Todavía podría continuar citando algunas corridas más por aquella época, pero como no añaden novedad á lo expuesto, creo que podemos dar por terminado este curioso relato; convencido como estoy de que habrá agradado á V. su contenido por las dos razones que detallaba al principio de esta carta.
Con lo cual y reproduciendo mis protestas de impenitente en lo que se refiere al espectáculo, me reitero de V. con la mayor consideración como su afectísimo amigo que le quiere y B. S. M.
Manuel de Foronda.
Madrid 24 de Mayo de 1884."
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