1863 - SALVE "DESCONSUELO DE UNA MADRE", DE CONCEPCIÓN ARENAL
En Cervantes Virtual he encontrado, de José
Subira, unos "NOVISIMOS APUNTES BIOGRÁFICOS DE DON JESÚS DE
MONASTERIO", que proceden de unas "extensas Memorias escritas por D.ª
Antonia de Monasterio", hija de D. Jesús, el artista Lebaniego, que brilló como
violinista, concertista, director, compositor y un largo etc. Estos trabajos
fueron publicados Bajo el título de "Academia: Anales y Boletín de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando en el segundo semestre de 1972.
Pero mi sorpresa ha sido grande al encontrar en este trabajo una Salve denominada “Desconsuelo de una madre”, escrita en 1863 por Concepción Arenal, a petición de Jesús de Monasterio y que este último recitó, acompañado de un armonio, en la capilla de La Barquera según se describe.
Como este trabajo habla sobre San Vicente de la Barquera, recojo aquellos apuntes que dicen así:
“En la provincia de Santander se alza el pintoresco y lindo pueblo llamado San Vicente de la Barquera. Tiene por patrona a la Virgen de la Barquera, cuyo santuario se alza entre mar y tierra, como si significase que la Virgen posa una mano sobre el agua para bendecir a los pescadores y la otra sobre la tierra para bendecir a los moradores de aquella localidad. Para veranear fue a este Santuario mi tía Anita cuando se encontraba en "estado bendito" —como se decía entonces—, para vivir junto a la Virgen durante los últimos meses de su preñez y colocarse bajo aquel amparo celestial. Allí, una mañana, creyéndose pobre y pordiosera mi desventurada abuela Isabel, arrojó al mar, desde la solana de la casa, todo su dinero, que conservaba en monedas de oro.
Pasados unos días tan sólo nació prematuramente una niña que sería muy bonita si su cara hubiera podido reflejar inteligencia, pero fue una criaturita anormal y, como en el caso de la bella africana, jamás se la pudo ver reír ni llorar. Y aquella niña falleció muy pronto. El inmenso dolor de la madre traspasó su alma y de tal forma repercutió en el corazón de mi padre que ni a los extraños podía ver sufrir sin conmoverse por la gran ternura que le inspiró su hermana.
Como había nacido en el mismo Santuario de la Barquera es por lo que a aquel ser infeliz se la llamó Barquerina. Para honrar su memoria y mostrar su compasión a la desolada madre, mi padre encargó a su gran amiga Concepción Arenal que le escribiese una cantinela, a la cual pondría música él mismo. Así brotó, en el otoño de 1863, aquella salve tan sentida como bonita que sus autores titularon Desconsuelo de una madre y que dice lo que aquí copio:
I
Hija del alma
querida,
la que tanto amor
recibes,
¿cómo vives
tú que has nacido
sin vida?
Te abracé
muda, yerta.
Casi muerta
te lloré;
y al verme en
congoja tanta
dije a la Virgen
María:
«¡Sálvamela, Madre
mía!»,
y me oyó la Virgen
Santa.
Duerme, hija mía,
no hayas temor.
Duerme, que vela
por ti mi amor.
Nunca te duermas
para olvidar...
Nunca despiertes
para llorar.
II
La Virgen de la
Barquera,
allá en el mar
solitaria,
tu plegaria
ha de escuchar la
primera.
Habla y di:
« ¡Virgen mía!,
¿qué sería
yo sin ti?»
Lo que me has hecho
penar
no atormente tu
memoria,
sueña que estás en
la gloria
y ves ángeles
pasar.
Duerme, hija mía,
no hayas temor.
Duerme, que vela
por ti mi amor.
Nunca te duermas
para olvidar...
Nunca despiertes
para llorar.
III
Al contemplarte
dormida
con rostro puro y
risueño,
¡cuánto sueño,
prenda de amor
bendecida!
Tú me das
gloria al verte
y en la muerte
dormirás...
¡Ay!, la Madre de
consuelo,
que al nacer
salvarte pudo,
sea en el mundo tu
escudo
y al morir te lleve
al cielo.
Duerme, hija mía,
no hayas temor.
Duerme, que vela
por ti mi amor.
Nunca te duermas
para olvidar...
Nunca despiertes
para llorar...
Un angelito
me la arrulló ;
hablad quedito
ya se durmió.
Acuérdate, vida
mía,
de aquel que te
quiere tanto
y este canto,
aunque está lejos,
te envía.
Alma fiel,
de paz llena,
sé tú buena
como es él.
Si tu vida toda
entera
se pareciese a su
historia
te recibirá en la
gloria
la Virgen de la Barquera.
El día en que Barquerina hubiera cumplido un año de edad se celebró en aquel Santuario una misa, improvisando mi padre toda la música, que cantó él mismo acompañándose de un armonio, y finalmente entonó esta "salve" con letra de Concepción Arenal.
Tras aquel desastre familiar sufrió mi padre otra catástrofe tremenda. Dado el deplorable estado mental de mi abuela Isabel fue necesario recluirla en Valladolid, como unos años después, por igual causa, fue preciso recluir a mi tía Anita en Palencia, y precisamente en el mismo sitio que siglos antes había sido solar del Cid. Y mi padre fue casi tan desgraciado como la Reina Católica, la cual tuvo locos a su madre, su hermana y su cuñado.
Sería necesario amar a la propia madre como
adoró él a la suya para comprender la inmensidad de su dolor. Era tanto este
dolor que ni su amor a mi madre, tan sentido por él como compartido por ella,
fue capaz de arrancarle del alma una tristeza que siempre llevaría en el
porvenir; y aunque la disimulaba ante los extraños, sus familiares la
conocíamos muy bien.”
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