1900 - NAUFRAGIO Y TRAGEDIA EN "EL SABLE DE MERÓN"

18
domingo,
de

 


 Un naufragio es una tragedia del mar y los marineros, y seguro de que todos recordamos algún relato, sobre el particular, desgranado por nuestros mayores, en las largas tardes y noches de invierno, al calor de la lumbre. 

Hoy os dejo un artículo, del diecinueve de febrero de 1900, en el que F. de Q. corresponsal de "La Atalaya" en San Vicente, hace un relato pormenorizado de lo sucedido, dos días antes, con cinco embarcaciones, en la entrada del puerto y playa del "Sable de Merón":

"En San Vicente de la Barquera 

Nuestro querido amigo y distinguido corresponsal en San Vicente de la Barquera don F. de Q. nos remite, según prometía ayer en el telegrama que ya conocen nuestros lectores, el interesante y triste relato siguiente, que da idea exacta de la magnitud de la desgracia que nuevamente viene a cubrir de luto muchos hogares y muchas almas aún no repuesta de la tremenda emoción sufrida por la tragedia hace poco desarrollada en aquella costa: 

«A las cuatro de la madrugada de anteayer salieron de este puerto, para dedicarse a la pesca del besugo, dos lanchas patroneadas por Domingo Cortavitarte y Cándido Isusquiza y dos barquías patroneadas por José María Santiáñez y Dionisio González. 

Las cuatro embarcaciones, con otra lancha más que encontraron en su derrota, se dirigieron a la playa de La Marona, distante unas veinte millas del puerto, y ya venían en demanda de él, después de haber hacho buen acopio de besugo, cuando fueron sorprendidas por lo que aquí llama la gente de mar una punta en tierra y en ese puerto virazón y galerna, según los casos. 

La mañana fué espléndida hasta eso de las diez, hora en que empezó a soplar el viento Sur con bastante violencia, y pocos momentos antes de las doce ya el cariz había cambiado por completo. Estaba imponente. Densos girones de negras nubes cruzaban el espacio impelidos por el Noroeste que soplaba con toda la furia del huracán, y el agua y el granizo y la niebla, que a ratos cerraba el horizonte, hacían más fatídico el cuadro. 

¡Qué día más triste para el vecindario de esta villa! ¡Cuánta desolación y cuánto luto! 

De las cinco embarcaciones que luchaban denodadamente contra el empuje de los elementos frente a la boca del puerto, ninguna pudo tomarle y todas fueron a dar al Sable Merón, que así se llama la playa que hay a la entrada, como las Quebrantas en esa. La primera que embarrancó fué la patroneada por Cándido Isusquiza, que salvó toda la tripulación, y la segunda la de Comillas, cuyos tripulantes se salvaron todos también. Poro mientras esto ocurría en la orilla, un poco más allá, entre oleadas inmensas y rugientes espumas desaparecían las dos que patroneaban José María Santiáñez y Dionisio González. A los pocos momentos varó la mandada por Domingo Cortavitarte, que corrió la misma suerte de las dos primeras, consiguiendo salvarse todos. 

De la embarcación da José María, tripulada por 14 hombres, no consiguieron salvarse más que dos: el mismo patrón y el pinche, a quien conocemos aquí por Paco el de Virginia Los doce restantes perecieron, y hé aquí sus nombres: 

Arturo Sánchez, José Marcos, Manuel Fernández, Francisco San Nicolás, Julio Santiáñez, Ramón Bustamante, Marcelino Bustamante (hermano del anterior), José Fernández, Adrián González, Guillermo Gutiérrez, José San Juan, Enrique Bustamante. 

De los doce, ocho casados y con hijos. 

En la embarcación mandada por Dionisio González perecieron dos: José Noriega y Tomás Varela, ambos casados y con hijos. 

¡Descansen en la paz del Señor las almas de esos catorce infelices náufragos, de esos héroes del mar! 

En cuanto se dio cuenta el vecindario del riesgo que corrían las lanchas, fueron muchos al lugar del suceso, especialmente de las familias de los náufragos, desarrollándose con tal motivo escenas tristísimas, imposibles de describir. Desde los primeros momentos estuvieron también en la misma orilla, ayudando al salvamento, calados hasta los huesos, luchando sin tregua y ejercitando actos de verdadero arrojo, unos cuantos hombres valerosos y nobles, unos cuantos amigos míos, cuyos nombres no cito por natural temor de ofender su modestia. 

Se distinguieron también notabilísimamente el sargento de la guardia civil del puesto y tres guardias que con él fueron, así como unos pocos vecinos del barrio cercano a la playa, que estuvieron valientes hasta la temeridad. 

Ya diré sus nombres, que bien merecen ser conocidos, y que Dios los premie á todos por tanta buena obra como hicieron en aquellos terribles momentos. 

Las autoridades, excepción hecha del señor Alcalde, brillaron por su ausencia, aunque a última hora me dicen que a última hora fueron. Esto, como es natural, daba lugar a comentarios poco favorables para los interesados. 

Y con esto, ya que me niega fuerzas para más un decaimiento de ánimo terrible, producido por los sucesos referidos, hago punto á esta luctuosa crónica, á reserva de hablar otro día algo más, si Dios me da salud, de cosas que importan á esta villa. 

F. DE Q. 

San Vicente de la Barquera, febrero 18 de 1900".

No hay comentarios:

Publicar un comentario